“El precio de la grandeza es la responsabilidad”
- Winston Churchill
El segundo informe de gobierno llegó y con ello los análisis, las criticas, los señalamientos y por supuesto, los aplausos, las odas y la quema de incienso para un Presidente aún poderoso y popular como Andrés Manuel López Obrador.
Según una encuesta de El Universal, AMLO llega con 53% de aprobación, mientras que Roy Campos y Consulta Mitofsky lo colocan con 54% y Reforma con 56%. Como podemos observar, los números están parejos, sin embargo, el mismo López Obrador se ubicó hasta con el 70% según sus “otros datos” y en 2do. lugar como el mandatario más aceptado del mundo.
No dijo de que encuestas se trataba, ni mencionó la metodología y ni quién las realizó, muy a su estilo y manera.
AMLO es distinto en muchos sentidos a lo que estábamos acostumbrados, su forma de gobernar es diferente, no así en el fondo, el cual sigue siendo igual a lo ya conocido. En una mesa de análisis del programa que hago en exclusiva para YouTube “El Dedo en la Llaga”, el político y columnista Fernando Belaunzarán, criticó eso precisamente y acotó:
“Es falso que él esté combatiendo la corrupción, hay tanta corrupción ahora como antes, es más, reparte más contratos sin licitar que en el gobierno de Peña Nieto ¡imagínate! Niega más información pública la presidencia de hoy que la de Peña Nieto”.
Lo cierto es que no ha habido un presidente que tenga la capacidad de comunicación con el pueblo “bueno y sabio” como Andrés Manuel, nadie como él para convencer a sus huestes, a sus bases, a ese público cautivo que le compra todo en lo absoluto sin cuestionar, sin dudar, sin chistar. Es López Obrador un mago de la retórica, de los distractores, las “cajas chinas!” y los escándalos mediáticos; para muestra un botón.
El juicio a los expresidentes se circunscribe en la tesitura de este gran orador que convence, que arenga, que polariza, que divide, que crea “complots”, adversarios, enemigos, fifís, conservadores, neoliberales y todo ese discurso que en casi dos años, ya nos sabemos de memoria.
AMLO es un gran artífice para evadir los temas centrales, torales, los importantes y graves. Las 65 mil muertes por la pandemia, los más de 60 mil muertos que ha dejado su guerra contra el narco y la peor crisis económica que aceptó que será la peor en 100 años.
Lo que en otros tiempos fue el “chupacabras”, hoy han sido la detención de Rosario Robles, las “benditas redes sociales” y la prensa adversaria, la payasada de la BOA, el avión presidencial con todo y la no rifa del mismo, el “anémico” Emilio Lozoya y las filtraciones del caso, además del llevado y traído juicio a los expresidentes.
En ese mismo programa de El Dedo en la Llaga, tanto Belaunzarán como la periodista Ethel Riquelme y el Dr. en Derecho Alejandro Jiménez, coincidieron que se trata de un asunto electorero, de proselitismo, una evasión, un distractor.
Les dejo el link del programa completo:
A pesar de qué hay quienes piensan que los “distractores” ya no le funcionan como antes al primer mandatario, la verdad es que si, aún le sirven y prueba de ello es su aún elevada aceptación y aprobación, el uso desmedido que sigue haciendo de ellos y la dirección que lleva de la agenda nacional. Por lo menos convencen a su base, a su audiencia, a sus incondicionales, no así al resto de los mexicanos. La pregunta es ¿Hasta cuándo?
López Obrador se podría erigir como un líder grande, como un estadista frente a los grandes y complejos problemas que enfrenta el país y su gobierno, heredados si, de regímenes anteriores, sin embargo, ha decidido salirse por la tangente no sabemos si por incapacidad y desconocimiento, elección o confusión.
Ese gran líder que fue y sigue siendo, ha decidido evadir responsabilidades, distraer, mentir y convertirse en un personaje pequeño ante el tamaño de los retos que enfrenta México y los mexicanos.
AMLO, el Presidente que lo tenía todo para cambiar el rumbo de México pero que se ha enfrentado a la imposibilidad de hacerlo y que, ha tenido que recurrir a distractores para modificar la atención de los temas que importan.
Es en resumen un Presidente que comunica mucho pero que gobierna poco, es decir, mucho ruido y pocas nueces.
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