viernes, 1 de mayo de 2020

LA PANDEMIA: soledad y silencio.


Huir de la soledad es, en realidad, escapar de la libertad.
-Robin Sharma




Para mi, seguramente al igual que para a ti y para otros tantos millones de seres humanos en el mundo, el tema de la Pandemia del coronavirus no ha sido nada fácil, nada en lo absoluto. Se trata de esos momentos que marcan, que cimbran, que calan, que marcan nuestra historia y que jamás olvidaremos.

Al margen de las cifras, de los datos, de la información, de la desinformación y fake News, este microorganismo vino a cambiar nuestras vidas, nuestras costumbres, nuestra forma de pensar y de actuar. El coronavirus nos está poniendo a prueba a todos por igual. Pueblos, sociedades, gobiernos, economías, organismos e instituciones no sólo del sector salud, sino a nivel mundial y de toda índole, han quedado pasmadas ante la crisis.

Pero quizá, una de las partes más complejas, es la manera en que, quienes hemos tenido la oportunidad de quedarnos en casa, lo hemos estado tomando y manejando. La pandemia puso en evidencia nuestras fortalezas, pero ante todo, nuestras debilidades, y de nosotros dependerá sacarle el mayor provecho posible a esta situación.

Se que se trata de una tragedia, de un problema de enormes dimensiones, de una crisis terrible que a todos nos tomó por sorpresa y que ha acabado con la vida de miles de personas en todo el planeta. Sin embargo, son estos momentos los que sirven para retratarnos de cuerpo entero. El coronavirus no sólo desnudó a mandatarios, gobernantes e instituciones, la pandemia evidenció nuestros miedos, inseguridades, traumas, carencias, bajos instintos y mucho de lo que somos como seres humanos y que pocas veces habíamos tenido el tiempo de observar a detalle, de percibir a conciencia, de palpar, de sentir a profundidad.

Como simple botón de muestra de lo que hablo, están las más de 26  mil llamadas al 911 en marzo pasado, por parte de mujeres maltratadas en todo México durante la cuarentena. Se trata de la cifra más alta en un mes, desde que se ofrece este apoyo.

Es por ello que, quienes hemos estado tratando de sacarle partido a la crisis, nos hemos visto obligados a la introspección, a la autoevaluación, al análisis, a sentir y buscar en los recovecos de nuestro ser, ese que ocultamos a los demás en una selfie, ese que, cual Fantasma de la Ópera, intentamos cubrir con una máscara, pero que ha quedado al descubierto porque la situación nos rebasa. Y no es para menos.

El virus ha puesto en entredicho nuestras relaciones personales en el confinamiento, nuestro rol en la familia y la sociedad. El encierro ha sacado a flote nuestra verdadera personalidad, esa que encubrimos con exceso de trabajo y actividades, con vigorexia, con falsas sonrisas, con hipocresía, con vanas plegarias los domingos o con alcohol, tabaco y otras drogas. Es por ello que el resultado será uno de dos, o salimos fortalecidos de todo esto o nos hundiremos en la desesperanza, las separaciones y los traumas no tratados, o por el contrario, empezaremos a pavimentar el camino hacia la libertad y la paz interior.

¿Qué temes escuchar en tu silenciado? Me preguntó un día mi psicólogo. Y es que sólo en el silencio encontramos a Dios, pero también en ese silencio, habita la verdad del ser, la plenitud, el amor, la conciencia, nuestro auténtico “yo”. Es en esta cuarentena donde se abre la posibilidad de rascar en el interior y encontrarnos o por lo menos, podríamos empezar a razonar los motivos de nuestras debilidades y carencias, de nuestras falsedades, de nuestras mentiras de cara a los demás, pero sobre todo de cara a nosotros mismos.

Yo soy de la idea de que todo pasa por algo, de que Dios no se equivoca. Por todo ello, creo que este ha sido un gran mensaje, un enorme aviso a todos por igual, para que nos percatemos del rumbo que hemos llevado como personas, como seres humanos, como ciudadanos, como sociedad. Es momento de hacer un corte de caja, un balance. Es la oportunidad para recomenzar, para rehacernos y reconstruirnos. Y si para ello tenemos que acudir a terapia, al psiquiatra, con el sacerdote, a la meditación, yoga, libros, AA, neuróticos anónimos o con quien sea que nos pueda ayudar, no dejemos de postergarlo.

La hora de tomar las riendas de nuestras vidas llegó. NO esperemos a la próxima pandemia.


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